Fragmento de mi libro favorito
Leí mi revista, alzando la vista solo para ver cómo la nieve formaba una densa capa alrededor de la casa, dibujando paisajes esponjosos en las repisas de las ventanas. Mi madre me envió un mensaje a las doce y media en el que me decía que mi padre no podía sacar el coche a la calle. «No vuelvas a casa sin llamarnos primero», me indicaba. No sé qué pretendía hacer: ¿enviar a mi padre con un trineo y un san bernardo? Escuché las noticias locales de la radio, los atascos en la autopista, la suspensión de los viajes en tren y el cierre temporal de los colegios que había ocasionado el inesperado temporal. Volví a la habitación de Will y lo miré de nuevo. No me gustaba el color que tenía. Estaba pálido y tenía puntos de una tonalidad brillante en cada mejilla. —¿Will? —dije en voz baja. No se movió. —¿Will? Comencé a sentir leves punzadas de pánico. Dije su nombre dos veces más, cada vez más alto. No hubo respuesta. Al fin, me incliné sobre él. No percibí movimientos visibles en su rostro, nada en su pecho. Su respiración. Debería ser capaz de notar su respiración. Acerqué mi cara a la suya, en un intento de detectar el aliento. Como no lo logré, le cogí de la mano y le toqué la cara con delicadeza. Will se estremeció y de repente abrió los ojos, a tan solo unos centímetros de los míos. —Lo siento —dije, y me eché hacia atrás. Will parpadeó y echó un vistazo a la habitación, como si estuviera lejos de casa. —Soy Lou —dije, al no estar segura de si me había reconocido. Su gesto reveló una leve exasperación. —Lo sé. —¿Quieres un poco de sopa? —No. Gracias. —Cerró los ojos. —¿Más calmantes? Tenía una ligera capa de sudor en los pómulos. Estiré la mano: el edredón, de un modo vago, parecía caliente y sudado. —¿Hay algo que debería estar haciendo? Quiero decir, si Nathan no puede venir. —No... Estoy bien —murmuró Will y cerró los ojos de nuevo. Repasé la carpeta, intentando averiguar si me había perdido algo. Abrí el botiquín, la caja de guantes de látex y los apósitos de gasa, y comprendí que no tenía la menor idea de cómo usar nada de eso. Llamé por el interfono al padre de Will, pero el sonido del timbre desapareció en una casa vacía. Oí cómo resonaba más allá de la puerta del pabellón. Estaba a punto de llamar a la señora Traynor cuando se abrió la puerta trasera y entró Nathan, envuelto en capas y capas de ropa, una bufanda de lana y un gorro que casi ocultaba su cabeza por completo. Trajo consigo un golpe de viento frío y una leve ráfaga de nieve. —Hola —saludó, mientras se sacudía la nieve de las botas y cerraba la puerta detrás de sí. Sentí que la casa acababa de despertarse de un sueño irreal. —Oh, gracias a Dios que estás aquí —dije—. No se siente bien. Ha estado dormido casi toda la mañana y no ha bebido casi nada. No sabía qué hacer. Nathan se quitó el abrigo. —He tenido que venir hasta aquí a pie. No hay autobuses. Fui a hacerle té y él fue a ver cómo estaba Will. Reapareció antes de que el agua de la tetera rompiera a hervir. —Está ardiendo —dijo—. ¿Cuánto tiempo ha estado así? —Toda la mañana. Pensé que estaba caliente, pero él me dijo que solo quería dormir. —Dios. ¿Toda la mañana? ¿No sabías que no puede regular su temperatura corporal? —Pasó ante mí y comenzó a hurgar en el botiquín—. Antibióticos. Los fuertes. —Sacó un frasco, echó uno al mortero y lo trituró con furia. Vacilé detrás de él. —Le di paracetamol. —Como si le hubieras dado un caramelo. —No lo sabía. Nadie me dijo nada. Lo arropé bien. —Está en la maldita carpeta. Mira, Will no suda como nosotros. De hecho, no suda en absoluto por debajo de su lesión. Eso quiere decir que si se resfría un poco su indicador de la temperatura se vuelve loco. Ve a buscar el ventilador. Lo vamos a poner ahí para ayudar a refrescarlo. Y una toalla húmeda, para echársela al cuello. No vamos a poder llevarlo al médico hasta que deje de nevar. Maldita enfermera de la agencia. Debería haberlo visto esta mañana. Nunca había visto tan enfadado a Nathan. En realidad, ya no era conmigo con quien hablaba. Fui corriendo en busca del ventilador. Casi pasaron cuarenta minutos antes de que la temperatura corporal de Will volviera a un nivel aceptable. Mientras esperábamos a que las potentísimas medicinas contra la fiebre surtieran efecto, coloqué una toalla sobre la frente y otra alrededor del cuello de Will, como me pidió Nathan. Lo desnudamos, cubrimos el pecho con una fina sábana de algodón y situamos el ventilador al lado. Sin mangas, las cicatrices de los brazos quedaron claramente expuestas. Ambos fingimos no verlas. Will soportó toda esta atención en un silencio casi completo, respondiendo a las preguntas de Nathan con síes y noes tan débiles que a veces me preguntaba si sabía lo que estaba diciendo. Comprendí, ahora que lo veía a la luz, que parecía muy enfermo y me sentí fatal por no haberlo percibido antes. Le pedí perdón a Nathan una y otra vez hasta que me dijo que ya me estaba poniendo pesada. —Vale —dijo—. Mira bien lo que estoy haciendo. Es posible que algún día tengas que hacerlo tú sola. No tuve fuerzas para protestar. Aun así, me resultó difícil no sentirme aprensiva cuando Nathan le bajó el pijama a Will, dejando a la vista una franja pálida del estómago, y quitó con cuidado la gasa que rodeaba el pequeño tubo del abdomen, que limpió con delicadeza, para luego cambiarle el apósito. Me mostró cómo sustituir la bolsa de la cama, me explicó por qué siempre debía encontrarse más baja que el cuerpo de Will, y me sorprendí a mí misma al salir de la habitación con esa bolsa de líquido caliente, tan tranquila. Me alegró que Will no estuviera mirándome: no solo porque habría soltado algún comentario mordaz, sino porque sospechaba que ser testigo de sus hábitos más íntimos lo habría avergonzado a él también. A lo largo de la vida pasamos por muchas situaciones, y leer y saber redactar es una de ellas ya que siempre las encontraremos día a día, tal vez no en pláticas o chats informales, pero si tienen algo que ver con lo profesional tendremos que hacerlo, me costó elegir qué libro y el fragmento de este, para la sesión, pero sin duda este libro es mi favorito, se llama Yo antes de ti, la historia se compone de 3 libros; Yo antes de ti, yo después de ti y yo sigo siendo yo. Sin duda uno de los mejores libros que he leído en mi corta vida. Yo antes de ti, Página 71, - Jojo Moyes.pdf. (2022). Retrieved November 7, 2022, from Google.com website:
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